¿Ver
para creer? Un análisis desde el Pensamiento Bíblico
Por:
Alexis Gómez*
“Es, pues,
la fe la certeza de lo que se espera,
la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen
testimonio los antiguos. Por la fe entendemos haber sido constituido el
universo por la palabra de Dios, de modo
que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”.
Hebreos 11: 1 –
3
Hace
algunos días me enviaron una historia (la cual no sé si era real o ficticia) de
un alumno que era cuestionado por su profesor acerca de la existencia de Dios.
Me pareció muy interesante la respuesta de aquel alumno para su profesor. Sin
embargo, pensé que era de suma importancia esclarecer algunos puntos sobre el
por qué muchas veces existe esa diferencia entre Fe y Ciencia. La situación
radica en el enunciado que se convirtió en un paradigma:
“Ver para creer”.
En
las páginas del Nuevo Testamento vemos una situación en la cual Tomás, uno de
los doce discípulos, no cree que Jesús había resucitado.
Jesús se le aparece a Tomás y a los demás que están reunidos y le pide a Tomás
que mire y toque las llagas producidas en la crucifixión, y termina diciéndole:
“Dichosos los que no vieron y creyeron”.
A. Definición de Ciencia y Fe
La
ciencia (del latín scientĭa 'conocimiento') es el conjunto de conocimientos
sistemáticamente estructurados, y susceptibles de ser articulados unos con
otros. La ciencia surge de la obtención del conocimiento mediante la
observación de patrones regulares, de razonamientos y de experimentación en
ámbitos específicos, a partir de los cuales se generan preguntas, se construyen
hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y sistemas metódicamente
organizados
La
Fe es un concepto judío que se deriva de la palabra hebrea emuná que significa tres cosas: firmeza, seguridad y fidelidad.
Para el pensamiento judío, una fe que no incluya seguridad o fidelidad, es lo
mismo que separar el espíritu del cuerpo, es decir: es una fe muerta (Stg
2:26).
Ésta
es la definición de la fe dada en la carta a los hebreos: "la Fe es la
certeza de lo que se espera y la evidencia de lo que no se ve" (Heb
11:1). La palabra griega: 'élenjos'
se suele traducir tradicionalmente por: 'convicción', pero como hemos visto, la
fe no es sólo convicción; sino obrar consecuentemente con lo que uno cree.
Élenjos también significa: "evidencia" o "prueba de algo".
Así pone Yakov (Jacobo, o Santiago) el ejemplo de Abraham: que creyó a Dios y
le fue contado por justicia, pero únicamente validó esa convicción cuando llevó
a su hijo al altar, como Dios le había mandado (Heb 11:17; Stg 2:21-22).
B. ¿Ver para Creer? Un ejemplo del
Problema científico
Para
entender mejor el punto sobre Ver para creer, quisiera compartir un artículo
escrito por: Víctor Hugo Gómez Ergas.
El
Racionalismo es una corriente filosófica que dice, entre otras cosas, que todo
aquello que tiene una explicación racional (en una racionalidad llamada
científica) existe, y lo que no tiene una explicación, y existe, es porque
todavía no se encuentra una explicación. En síntesis, el Racionalismo exalta
los grandes poderes de la razón humana para conocer el mundo. Esta tendencia
marcó el pensamiento filosófico, científico y religioso de la sociedad moderna
hasta nuestros días.
¿Qué
exalta el Racionalismo? Entre otras cosas el famoso adagio: "Ver para
creer". Pero esto no es tan cierto, pues si nos fijamos en la gente chismosa
la máxima de ellos es: "Oír para creer", ya que creen y aseveran todo
aquello que escucharon y no necesariamente lo que vieron. De aquí podemos
inferir que no hay que ver para creer o, lo que es lo mismo, podemos creer sin
ver. En otras palabras, el problema radica en saber "Ver" las cosas.
La
lluvia es un fenómeno de la naturaleza que todos conocemos. De hecho la vemos;
por lo tanto, afirmamos racionalmente que existe; es decir, ver para creer.
Pero, ¿por qué llueve? ¿Cuál es la explicación de la lluvia? Para eso el
Racionalismo nos da la respuesta, una explicación científica: "El ciclo
del agua". Les explico en qué consiste:
El
agua acumulada en los mares, lagos y demás se evapora (se transforma en gas) al
calentarse, por ejemplo, con el calor del sol. El vapor de agua se eleva hasta
una cierta altura, donde se acumula formando nubes. Los vientos las empujan
hacia tierra y, al descender la temperatura, el vapor de agua se condensa, se
transforma de gas a líquido; esto es, las moléculas de agua, que están sueltas,
por estar en estado gaseoso, con la baja temperatura tienden a juntarse hasta
formar gotas de agua. Al condensarse el vapor forma gotas que, cuando son lo
suficientemente grandes como para ser más pesadas que el aire, debido a la
fuerza de gravedad terrestre, caen en distintas formas de precipitación,
lluvia, granizo o nieve, dependiendo de lo baja que sea la temperatura y de la
altura. En el caso de la nieve, ésta permanece acumulada hasta que el aumento de
temperatura genera su derretimiento, escurriendo por el suelo en forma de ríos
y napas subterráneas hacia los lagos y mares. Igual cosa sucede con el hielo en
los glaciares. Este se desprende de un glaciar y cae al agua, flota y navega a
la deriva hasta que el calor lo derrite lentamente. Luego esa misma agua se vuelve a evaporar. De este modo, el ciclo se
repite. ¡Fantástico!
Al
leer esto la mayoría dirá: "¡Qué
sabia es la naturaleza!". Pero hay un "problemita", más bien
son dos "problemitas insignificantes”. El primero, ¡todavía no explicamos por qué llueve!; simplemente describimos
cómo llueve, que no es lo mismo. Resulta que la ciencia no explica la razón de
nada. Todo buen científico sabe que la ciencia trata de describir procesos, o
sea, cómo se producen los fenómenos; pero no puede explicar el porqué de los
mismos. Por eso aquél que dice: "La explicación científica de esto es tal
cosa", está muy equivocado. Debería decir: "Este fenómeno se produce
de tal forma", o "La descripción del proceso tal es..." y luego
describir el proceso, pues, y siento desilusionarlos, el porqué se produce
realmente ninguna persona lo sabe. Por ejemplo, se sabe cómo funciona el motor
diesel, pero todavía no se sabe por qué
funciona.
El
segundo punto tiene que ver con el agua en sí. Dijimos que el hielo flota. ¿Se han preguntado cómo es posible? Se
los describo: Al bajar la temperatura hasta cero centígrado, el agua pura se
congela; es decir, el líquido se solidifica. Ahora bien, un metro cúbico de
agua -esto es, un cubo de un metro por lado- pesa mil kilos o, lo que es lo
mismo, mil litros. Si se congela produce un cubo de hielo de mil kilos de peso
con un volumen, el espacio físico que ocupa es de más de un metro cúbico.
Aumenta el volumen del sólido manteniendo el peso: por eso flota. Esto se
comprueba al llenar hasta el tope una botella con agua, taparla y congelarla. La botella se revienta al congelarse el
agua y… ¡aumentó su volumen!. Si el hielo se derrite ocurre lo contrario:
el volumen de agua va a ser menor que el que ocupaba el pedazo de hielo, pero
va a mantener el mismo peso. ¿Sabían que éste es un caso excepcional en el
mundo de los líquidos?
Los
alcoholes, aceites, ácidos puros (que no contienen agua), metales líquidos como
el mercurio, metales y sólidos fundidos, etc., no se comportan como el agua. Al
bajar la temperatura lo suficiente, se solidifican, formando un estado sólido
que mantiene el peso, pero disminuye el
volumen; por lo tanto, se hunden si se les coloca en un medio líquido de su
misma naturaleza (por ejemplo, aceite congelado en aceite líquido). Si quieren
comprobarlo, es cosa de ver un termómetro donde el mercurio que está en el
interior aumenta su volumen al aumentar su temperatura. Por eso, el caso del
agua es la excepción; pero no nos parece extraño ¡aunque lo es!, y mucho,
porque es el líquido cuyo comportamiento estamos
más acostumbrados a ver, ya que es el que más abunda en océanos, lagos, ríos e
¡incluso en nuestras casas!.
Resumiendo,
todos los líquidos se encuentran en una cantidad ínfima comparados con el agua
y forman sólidos que, al igual que el agua, mantienen el peso; pero, a
diferencia de ésta, ocupan menos volumen o espacio físico que el que ocupaba el
líquido que los originó (y como dijimos anteriormente, al revés, el hielo ocupa
más que el agua). Además, no nos maravillamos de esto, porque influye en nosotros el factor de la costumbre.
¿Se imaginan lo que pasaría si el
agua se comportara como todo el resto de los líquidos?
Al llegar el invierno, y congelarse los lagos y mares árticos y australes, la
superficie del agua se congelaría y se hundiría. Así, al caer capa tras capa de
hielo, moriría aplastada la vida marina y el lago o mar desde el fondo hasta la
superficie sería hielo. Al mismo tiempo, el nivel del agua sería más bajo y las
playas se ensancharían por la reducción del volumen del agua. Por el contrario,
al llegar los deshielos, el agua solidificada (hielo) aumentaría su volumen,
provocando una subida del nivel con las correspondientes inundaciones de vastos
sectores de tierra firme. De hecho, si
se derritiesen los polos se inundaría la Tierra; pero, "Bendito sea Dios” sucede
al revés.
Se
dan cuenta que el ciclo del agua no es tan simple y lo que pasa es que la
mayoría "no sabemos verlo" en su real dimensión, porque el agua posee
esta y otras cualidades que no tienen explicación frente al comportamiento de
todo el resto de los líquidos.
Ya
vimos que el agua es un líquido absolutamente atípico o extraño. Me gustaría
recordar que la ciencia describe cómo se solidifica el agua, su comportamiento
molecular y otras cosas, pero lo que no ha dicho es por qué se comporta así.
Veamos al agua, ahora, del lado común al resto de los líquidos.
Volviendo
al caso de la lluvia, para que ésta caiga, primero tiene que ascender en estado
de gas y esto se realiza por medio de la evaporación (pasar de estado líquido a
gaseoso, recordemos que los gases tienden a ocupar la mayor cantidad de espacio
disponible). Comparemos esto con una mesa de billar, donde están las bolas
colocadas al centro y son golpeadas por la bola blanca. Las bolas, al igual que
las moléculas de agua, se agitan producto del un estímulo (el golpe) y se van a
mover recorriendo la mesa, pero no van a poder escapar hacia abajo de la mesa,
porque están sobre su base; tampoco hacia los costados, porque están los bordes
de ella, y en el mejor de los casos chocan entre ellas mismas. Pero, ¿qué
diríamos si las bolas salieran flotando por el aire porque se agitaron y, como
no podían escapar hacia abajo y los costados, se fueron para arriba? Primero
nos iríamos todos de espalda, y luego diríamos: ¡Milagro, milagro! Finalmente,
y esto es la más característico de nuestra época, recapacitaríamos y
atribuiríamos el hecho a un fenómeno óptico o diríamos que fue psicosis
colectiva o algo por el estilo (por esto
Dios no se presenta en forma clara y abierta en nuestros días, pues
inmediatamente buscaríamos la explicación del fenómeno, así que igual "no
lo veríamos").
Con
la evaporación del agua pasa igual que con las bolas de billar y nadie se
desmaya. Para empezar, el sol caliente, porque su superficie está
incandescente. El fuego es energía, pero hay energías que no calientan. Así que
¿quién dijo que el fuego tiene que calentar? Es más, aún cuando el calor solar
calienta la superficie del agua, ¿quién dijo que las moléculas, con el aumento
de la temperatura del agua, se tienen que agitar? Más aún, aunque las moléculas
se agitan, eso no implica que tengan que salir volando.
Es
ilógico, porque al igual que las bolas de billar también están afectas a la
fuerza de gravedad. Por otra parte, para poder entender mejor este fenómeno,
explicaremos que el gas de cañería tiende a caer a los lugares más bajos, se
escurre por escaleras y alcantarillas; no sale volando como en el caso del
vapor de agua. Así que ¿quién dijo que las moléculas de agua, al agitarse por
el aumento de la temperatura, necesariamente tienen que salir volando?
Resulta
que cada parte o eslabón del ciclo del agua no tiene explicación en sí misma, y
esto se hace extensivo a todo fenómeno. Han pensado alguna vez que el ser
humano está lleno de orificios y no se vacía. A que la lana abriga o que el
pelo crezca, etc. En el caso del ciclo del agua claramente vemos una cadena,
pero erróneamente pensamos que cada cosa es consecuencia de lo anterior y causa
de lo que sigue.
La
verdad es que, si vemos una cadena, cada eslabón es independiente, no se genera
por el eslabón que lo antecede y tampoco produce al que lo sucede. Es decir,
cada fenómeno en sí mismo no tiene razón de ser; es totalmente independiente y
aislado. Cada uno es un milagro. Sí,
señores, las cosas por su nombre. Para nosotros los que creemos en Dios (y de
hecho es así) los milagros no son algo raro (sí sobrenaturales); por el
contrario, cada cosa es un milagro y sólo Dios sabe por qué los hace. Por eso,
en vez de decir: "¡Qué sabia es la naturaleza!", deberíamos decir:
"¡Qué grande es el milagro de la naturaleza!".
C. El Milagro de la Naturaleza
Si
preguntamos qué es un milagro, la respuesta más simple es que todo se maneja
por leyes naturales que Dios estableció y dirige, y cuando se hace necesario, Él mismo cambia las leyes para producir un
fenómeno sobrenatural que es positivo, y que "ocurre en el momento en que
se necesita". Eso respondería una simple persona creyente.
"Imaginemos
que estamos en un cementerio y vemos que en una tumba la tierra se acomoda
sola, luego se forma un cuerpo y este cuerpo abre los ojos, se para y sale
caminando. Nuestra primera reacción sería de espanto y luego diríamos que fue
un milagro, porque resucitó un muerto. Si tomamos una semilla seca, la
enterramos y le echamos agua, la semilla se pudre (al igual que el cuerpo de un
ser humano fallecido). Una vez que la semilla está bien podrida germina una
planta que sale a la superficie de la tierra, crece, vive, respira y produce
frutos con otras semillas en su interior". Jesús usó este ejemplo en Juan
12:24 cuando habla acerca de su muerte: “De
cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra
y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Jesús habla de su
muerte y resurrección. En el caso de la planta, también resucitó un ser muerto.
Por cuanto el fruto del árbol se cayó de él y solo después de que se pudrió
germinó la semilla, sólo que nosotros no nos damos cuenta, porque, al igual que
con el ejemplo de la lluvia, estamos acostumbrados a verlo; pero es un milagro
tan grandioso como darle vida de nuevo a una persona.
En
hebreo, la palabra mundo se dice OLAM,
viene de la palabra ILUM, que
significa "ocultamiento". Quiere decir que el mundo físico es un
ocultamiento de Dios. Sirve para que Él se esconda y nosotros lo descubramos en
cada cosa de la naturaleza. Dios hizo las cosas así, a fin de otorgamos un
libre albedrío absoluto, o sea, la capacidad de decidir y ser responsables por
nuestros actos. Parte de este ocultamiento de Dios es el principio de
"Causa y efecto"; es decir, llueve o echo agua a la tierra y por eso
la planta crece. En realidad no es así, pero Dios estableció que cada milagro
ocurra en un determinado momento y orden y no en otro, para hacernos creer que
son causas o consecuencias de otras cosas y no lo que en realidad son; esto es,
fenómenos no relacionados entre sí, independientes del resto, que no son
efectos ni causas de nada.
Ahora podemos entender que un
milagro es algo normal y no algo fuera de lo común. Pero no por eso no nos vamos
a maravillar. ¡Al contrario!
Bibliografía
·
La Santa Biblia
·
Artículo “Ver para Creer” de Víctor
Hugo Gómez Ergas.
·
Nuevo Testamento Interlinear – Griego –
Español.